viernes, 25 de septiembre de 2015

Humedales de la República Argentina





¿Qué son los humedales?

El término humedal se utiliza para denominar áreas que permanecen en condiciones de inundación o, por lo menos, con su suelo saturado con agua durante períodos de tiempo considerables. Si bien en este término se incluyen una amplia variedad de ecosistemas, todos los humedales comparten una propiedad primordial: el agua juega un rol fundamental en la determinación de su estructura y funciones ecológicas. El agua de los humedales puede provenir del mar, de los ríos, las lluvias o de napas subterráneas. El régimen hidrológico puede ser muy variable en cuanto a la frecuencia e intensidad de la inundación y la permanencia del agua. Los humedales se distinguen también por las características particulares de sus suelos, y por la presencia de plantas y animales adaptados a las condiciones de inundación o de alternancia de períodos de anegamiento y sequía. De esta manera, los humedales no son necesariamente transiciones entre los sistemas acuáticos y terrestres, sino que poseen características estructurales y funcionales propias, que los diferencian de unos y otros. Los humedales incluyen un amplio espectro de ecosistemas distribuidos a lo largo de todo el planeta, desde los trópicos hasta las zonas frías de altas latitudes y desde el nivel del mar hasta las altas cumbres. Abarcan una proporción considerable de la superficie del planeta estimada en 1.280 millones de hectáreas (aproximadamente el 9 % de la superficie terrestre).

Existen muchas definiciones del término humedal, algunas basadas en criterios principalmente ecológicos y otras más orientadas a cuestiones vinculadas a su manejo. La Convención sobre los Humedales los define en forma amplia como: “Las extensiones de marismas, pantanos y turberas, o superficies cubiertas de agua, sean éstas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja no exceda de seis metros”. En esta definición quedan incluidos todos los ambientes acuáticos continentales y la zona costera marina.

¿Por qué es importante conservar los humedales?

Las civilizaciones humanas se han concentrado durante más de 6.000 años en los valles fluviales y las llanuras costeras donde abundan los humedales. Estos ecosistemas, con sus ricos recursos naturales, han sido decisivos para el desarrollo y la supervivencia de la humanidad. Los ecosistemas de humedales desempeñan funciones de las cuales se derivan enormes beneficios (bienes y servicios) para la humanidad y realizan una contribución fundamental a la salud y el bienestar humano. Entre ellas se pueden mencionar el almacenamiento de agua, la regulación de caudales (acumulan y retienen agua en épocas de crecientes), la recarga de aguas subterráneas, la fijación de dióxido de carbono y la retención y exportación de sedimentos y nutrientes. Las plantas absorben los nutrientes del suelo y el agua y los almacenan en sus tallos, hojas y raíces. Además, en las lagunas y llanuras de inundación donde se encuentran densas formaciones vegetales, como los lechos de juncáceas, también actúan como barreras físicas que frenan el agua y retienen los sedimentos. La retención de sedimentos y nutrientes aumenta la fertilidad y productividad natural de las llanuras inundables y contribuye a mejorar la calidad del agua. En los últimos años se ha incrementado la comprensión y documentación de las múltiples funciones que desarrollan los ecosistemas de humedales y de la importancia que tienen para la humanidad. Estos beneficios muchas veces no son reconocidos adecuadamente, por lo que se han llevado adelante diversos estudios para calcular su valor económico. A nivel mundial, los servicios prestados por los humedales han sido valorados en 14 billones de dólares anuales. Gracias a que cada vez se entienden mejor los beneficios económicos que brindan los humedales, en algunos países se ha logrado destinar cuantiosos fondos a la restauración de ecosistemas de humedales y la rehabilitación de sus funciones hidrológicas y biológicas destruidas o degradadas.

Bienes y servicios que brindan los ecosistemas de humedales:

→Los humedales y la diversidad biológica:
Los humedales comprenden un área relativamente pequeña de la superficie de la Tierra en comparación con otros ecosistemas. Sin embargo, muchos humedales son sumamente ricos en biodiversidad y muchas especies de plantas y animales dependen completamente de ellos para sobrevivir. En conjunto, alrededor de 100.000 especies de animales diferentes han sido identificadas hasta el momento sólo en los humedales de agua dulce del mundo. De ese número, más o menos la mitad son insectos, y unas 20.000 son vertebrados. Se descubren nuevas especies continuamente; por ejemplo, cada año se descubren unas 200 especies de peces de agua dulce. Algunos humedales poseen una alta proporción de especies endémicas: animales y plantas que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo.
→Valores culturales de los humedales:
Los humedales, como proveedores de agua y muchos otros bienes y servicios, también han sido muy apreciados a lo largo de la historia de la humanidad. En muchas regiones del mundo se ha desarrollado un rico y diverso patrimonio cultural en los humedales y en torno a ellos. Uno de los mayores desafíos que enfrentan la conservación y el uso sostenible de los humedales es garantizar que ese patrimonio se reconozca y valore adecuadamente.
→Productos de los humedales: 
Los humedales generan gran variedad de productos de plantas, animales y minerales que son utilizados por personas de todo el mundo. Los productos de los humedales varían desde los alimentos básicos como el pescado, hasta la madera de construcción, leña, aceite vegetal, sal, plantas medicinales, tallos y hojas para la fabricación de tejidos, y forraje para animales. La intensidad y escala con que se cosechan y emplean esos productos varía enormemente, pudiendo intervenir en el proceso desde usuarios de subsistencia, cuya intensidad de producción es reducida, hasta explotaciones comerciales intensivas. El pescado, quizá el producto de los humedales más importante a nivel mundial, es la principal fuente de proteína de 1.000 millones de personas y representa al menos el 15% de la proteína animal en la dieta de otros 2.000 millones de personas. Los humedales continentales y costeros juegan un papel fundamental como sustento de los peces y de la pesca tanto a nivel comercial como de subsistencia.
→Los humedales y el turismo:
La belleza natural y la diversidad de la vida animal y vegetal de muchos humedales hacen que sean lugares de destino turístico y recreativo muy apreciado. En muchos casos permiten generar ingresos apreciables a partir del turismo y la gama de actividades que ofrecen.  
→Control de inundaciones: 
Los humedales desempeñan un importante papel en el control de las inundaciones. Pueden actuar como esponjas, absorbiendo el agua de las lluvias y las crecientes de los ríos, y permitiendo que se filtre más lentamente a través del suelo y la vegetación, reduciendo con ello la velocidad y el volumen del agua que fluye aguas abajo.
→Estabilización de costas y protección contra tormentas:
Las marismas salobres y otros humedales costeros sirven como primera línea de defensa contra las tormentas, reduciendo el impacto de las olas; mientras que las raíces de las plantas fijan los sedimentos y retienen nutrientes. En el caso de los deltas, la sedimentación permite la creación de nueva tierra. 
→Reposición de aguas subterráneas:
El agua subterránea representa el 95% del agua dulce disponible en el planeta y es fuente de agua potable de casi un tercio de la población mundial. Muchos ecosistemas de humedales tienen un papel esencial en la regulación de la cantidad y calidad del agua subterránea. Cuando se encuentran situados sobre sedimentos y rocas permeables, el agua que retienen se filtra a través del suelo y recarga los acuíferos. A su vez, el agua subterránea constituye un aporte fundamental para muchos humedales.
→Depuración de aguas:
Además de retener sedimentos y nutrientes, muchos ecosistemas de humedales pueden eliminar sustancias tóxicas procedentes de plaguicidas, derrames industriales y actividades mineras. Por ejemplo, los tejidos de algunas plantas flotantes, especialmente las de los géneros Eichhornia (jacinto de agua), Lemna (lenteja de agua) y Azolla sp. (helecho de agua) son capaces de absorber y ‘almacenar’ metales pesados, como el hierro y el cobre, contenidos en las aguas residuales.
→Abastecimiento de agua:
Como resultado de la retención y el almacenamiento de agua, la misma está disponible para consumo humano, riego, etc.
→Los humedales y el cambio climático: 
Los humedales desempeñan funciones críticas en la mitigación de los efectos del cambio climático. Por un lado, sirven de importantes almacenes o sumideros de carbono y por ende su destrucción libera gases de efecto invernadero, en tanto que su restauración y creación se traduce en la retención de más carbono. Por otra parte los humedales cumplen un rol fundamental en la amortiguación física de los impactos del cambio climático, ya que disminuyen el efecto de las tormentas y las inundaciones. Suelo de Bañado Marisma Camalote Sistema de bombas para riego  

Situación y tendencias de los humedales

A pesar de la importancia que tienen los humedales para la humanidad, la existencia de muchos de estos ambientes se halla comprometida. Si bien no existe información suficiente para documentar la pérdida de humedales a nivel mundial, se estima que su degradación y pérdida está ocurriendo más rápidamente que la de otros ecosistemas. Igualmente, el estado de las especies de agua dulce y, en menor grado de las marino-costeras, se está deteriorando con mayor rapidez que las especies pertenecientes a otros tipos de ecosistemas. El aumento de la población, el desarrollo de la economía y el suministro de energía sin aplicación de criterios integrales de ordenamento ambiental y sustent - abilidad han sido los principales generadores indirectos de degradación y pérdida de ríos, lagos, pantanos de agua dulce y otros humedales continentales. En tanto, los principales generadores directos incluyen el desarrollo de infraestructura, la conversión de las tierras para diferentes usos (por ejemplo, agrícola, ganadero, forestal o urbano), la contaminación, la sobreexplotación, la introducción accidental o deliberada de especies exóticas invasoras y la extracción de agua. A escala global la cantidad de agua retenida en represas es cinco veces mayor que el volumen de todos los ríos del mundo; en el hemisferio norte la masa de agua concentrada en endicamientos es tan grande que ha causado cambios medibles en el giro del planeta y su campo magnético. Es muy probable que las modificaciones en los caudales se vean exacerbadas por el cambio climático global, lo que contribuirá a aumentar la pérdida de la diversidad biológica y la degradación de los humedales, incluidas especies que no pueden desplazarse y las especies migratorias que dependen de una serie de humedales localizados en diferentes sitios de su ruta migratoria. La destrucción de los humedales está conduciendo a una reducción de los servicios que proporcionan estos ecosistemas, al tiempo que se prevé un aumento de la demanda de los mismos. De continuar esta tendencia, traerá aparejada una reducción del bienestar humano, especialmente en los países en vías de desarrollo que no disponen de recursos suficientes para revertirla.

Los humedales de la Argentina:

La gran extensión de nuestro país y su variación latitudinal y altitudinal determinan la existencia de una gran diversidad y riqueza de humedales, que incluyen lagunas altoandinas, mallines, turberas, pastizales inundables, bosques fluviales, esteros, bañados y marismas, entre otros. Se estima que cerca del 23% de la superficie de la República Argentina está ocupada por humedales. Sin embargo, la distribución de los humedales no es regular en todas las regiones. En el noreste del país hay una gran abundancia de ambientes acuáticos, asociados a los ríos de la Cuenca del Plata. En cambio en las zonas áridas y semiáridas como la Puna y la estepa patagónica, el agua suele ser una limitante para el desarrollo de la vida y las actividades humanas. En estas zonas los humedales se localizan principalmente en los valles de los ríos, depresiones y al pie de las sierras y montañas.







El concepto de uso racional

La filosofía de la Convención de Ramsar gira en torno al concepto de “uso racional”. El uso racional de los humedales se define como “el mantenimiento de sus características ecológicas, logrado mediante la implementación de enfoques por ecosistemas, dentro del contexto del desarrollo sostenible”. En términos prácticos, el concepto de “uso racional” de la Convención de Ramsar equivale al de “uso sostenible”. Las características ecológicas son la combinación de los componentes, procesos y beneficios / servicios del ecosistema, que caracterizan al humedal en un determinado momento. Esta definición reconoce que los humedales son sistemas complejos y enfatiza las relaciones entre los componentes ecológicos, sus procesos o interacciones y los beneficios o servicios que brindan. De acuerdo al Artículo 3.1 de la Convención de Ramsar, las Partes Contratantes deben elaborar y aplicar su planificación de forma que favorezca, en la medida de lo posible, el uso racional de los humedales de su territorio.
















Video informativo que resume la idea de "Humedales":







Fuente: http://www.ambiente.gov.ar/archivos/web/GTRA/file/Humedales/Humedales_8112012.pdf

viernes, 18 de septiembre de 2015

Día del Respeto a la Diversidad Cultural


Durante los últimos años del siglo XV, en Europa se crearon las condiciones para grandes acontecimientos que cambiarían la historia de Occidente.
Terminaba la Edad Media, y Europa comenzaba a "renacer" y a expandirse. La economía y la mentalidad del feudalismo estaban en franca decadencia y todo el mundo pensaba y actuaba con más libertad, producía, compraba y vendía. Durante los siglos XV y XVI, entre los europeos, hubo grandes cambios en la forma de ver el mundo.
Reyes y reinos
La Iglesia fue dejando lentamente de ser la autoridad absoluta sobre la Tierra. Los reyes, aliados con los burgueses (comerciantes e industriales) derrotaron definitivamente a los señores feudales y formaron reinos poderosos.
Al mismo tiempo, se producían cambios en la cultura. Los temas religiosos fueron menos importantes en la literatura y la pintura, y el hombre adquirió cada vez más protagonismo. Los rostros de los burgueses -benefactores de los pintores- comenzaron a aparecer en los cuadros. Se escribían libros sobre política y novelas que reflejaban la vida cotidiana de la gente. La cultura se "humanizó".
Cuestión de sabores
Durante los duros inviernos europeos, el alimento para el ganado escaseaba y, en consecuencia, el ganado también; por eso, durante el otoño, se sacrificaban animales cuya carne se ahumaba y salaba para conservarla. Así preparada, no era muy sabrosa que digamos; había que agregarle especias (pimienta, nuez moscada, azafrán, canela) para darle sabor. Estos productos llegaban desde el Lejano Oriente, traídos por las caravanas que viajaban a la zona de Constantinopla (actual Estambul, en Turquía), y desde allí eran transportados por los comerciantes venecianos, hacia el Mediterráneo. Pero en 1453 Constantinopla cayó en manos de los turcos y la ruta de las especias quedó cortada. Los europeos entraron en pánico y comenzaron a buscar nuevas rutas. El reino de Portugal fue el primero que se lanzó a los mares; conquistó gran parte de África y encontró un camino hacia el Oriente bordeando todo aquel continente. Tiempo después, España había logrado su unidad política bajo el reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, que miraban con atención los progresos de la política comercial de Portugal y se preparaban para imitarlo.
América de 1492.
Estaba habitada desde hacía más de 35 mil años por pueblos de variadas culturas. Algunos eran muy poderosos y estaban organizados como grandes imperios.
Los primeros habitantes fueron cazadores que llegaron por el norte desde Asia, persiguiendo a los animales con que se alimentaban. Desde allí, muy lentamente se fue poblando todo el continente. Hacia 1492, junto a pueblos de costumbres sencillas existían otros que habían desarrollado grandes Estados y poderosas culturas, con construcciones monumentales, manejo de la agricultura y, en algunos casos, escritura.
Eran los mayas, que habitaban la península de Yucatán; los aztecas, que vivían en la zona del Valle Central de México; y los incas, asentados en una amplia zona que iba desde el Ecuador hasta el Norte de la Argentina.
El reino maya
Los mayas habían desarrollado su cultura mucho antes de la llegada de los españoles. Su período de esplendor transcurrió entre los años 3OO y 9OO d.C. Estaban organizados en ciudades-estado, dirigidas por reyes. Se dedicaban al cultivo del maíz, la mandioca, la batata, el ají, el tomate y los frijoles. Tejían vistosas mantas de algodón y construían verdaderas obras de arte en oro, cerámica y jade. Construyeron gigantescas pirámides y hasta observatorios astronómicos con los que, mucho antes que los europeos, determinaron el año solar de 365 días. A principios del siglo X, misteriosamente comenzaron a abandonar muchas de sus ciudades.
Los guerreros aztecas
Los aztecas llegaron al valle central de México a principios del siglo XIII, y allí fundaron su capital Tenochtitlán (actual ciudad de México). Eran muy guerreros y sometieron a la mayoría de los pueblos vecinos. También fueron excelentes agricultores, que cosechaban maíz, porotos, tabaco, tomate y calabaza, y obtenían el cacao, la mandioca y el algodón a través de intercambios comerciales. Construyeron las pirámides más altas de América y las ciudades más grandes. Utilizaban la escritura y se manejaban con dos calendarios: uno, lunar, de 260 días, y otro, solar, de 365.
El Imperio Inca
Los incas ocuparon gran parte de la zona andina de América del Sur. Su capital era el Cuzco (que significa "ombligo del mundo") en el actual Perú. El Inca (emperador) era considerado un dios, hijo del Sol. El dios más importante era Viracocha, que compartía su poder con Inti (el Sol) y Quilla (la Luna). Desarrollaron ingeniosos sistemas de riego en las laderas de las montañas, donde cultivaban maíz, papas, calabazas y porotos. También practicaban la ganadería; domesticaban llamas y alpacas. Construyeron grandes templos y ciudades como Macchu Pichu y Ollantaytambo, que aún hoy asombran a los arquitectos por su perfección. Trabajaron el oro, la plata y las piedras preciosas. Todas las culturas precolombinas (anteriores a Colón), si bien eran diferentes, tenían valores en común: el profundo respeto por la naturaleza y el medio ambiente; la fuerte conciencia de comunidad, el respeto por los ancianos y los niños y, en muchos casos -como en el de los pueblos del Caribe- la ausencia del concepto de trabajo y de propiedad privada porque no necesitaban trabajar ni ser dueños de nada, tomaban de la naturaleza lo que necesitaban para vivir. Todo esto cambiaría bruscamente a partir del 12 de octubre de 1492.

El 12 de octubre, Colón y sus hombres estaban frente al islote de Guanahaní (actuales Bahamas), al que Colón llamó San Salvador. Don Cristóbal confiaba en haber llegado al Asia, aunque se asombraba de no toparse con los clásicos mercaderes chinos, sino con gente “muy bella y pacífica” que tomaba las espadas por el filo por desconocer las armas de guerra.
Las embarcaciones habían llegado, sin saberlo, a un continente que el resto del mundo desconocía. Con sus hombres recorrió las islas del Caribe, asombrándose a cada paso con la hermosura de las mujeres y las maravillas de la naturaleza. Pasaron por San Salvador, Cuba y La Española (esta última es, hoy, Haití y Santo Domingo). Allí, el 25 de diciembre de 1492, crearon el primer poblado español en América: el fuerte de Natividad. En ese lugar quedó un grupo de españoles, mientras el Almirante volvía a España cargado de productos locales y algunos indígenas, pero con muy poco oro y nada de especias.
Mucho más entusiasmados que con el primer viaje, los Reyes Católicos aprobaron y financiaron el segundo viaje de Colón. Esta vez, irían 17 barcos de distintos tamaños, con una tripulación de 1500 hombres. Partieron el 25 de septiembre de 1493; llevaban vides, semillas, herramientas, vino y alimentos para el viaje, caballos, animales de granja y perros. Cuando llegó a La Española, Colón encontró totalmente destruido el fuerte de Natividad. Como respuesta a los abusos cometidos por los españoles, los indígenas habían reaccionado violentamente. Colón debió fundar una nueva población a la que llamó Isabela en honor a la Reina, y dejó en ella a su hermano Bartolome mientras él continuaba la búsqueda de las tierras del Gran Khan. Pero en cuanto el Almirante se fue, volvieron los abusos y la imposición de la esclavitud a los nativos, que los españoles comenzaban a llamar indios. Colón regresó y trató de solucionar el problema; a través de la represión, capturó 500 indígenas y los embarcó en su expedición de regreso a España. Llegó el 11 de junio de 1496. Y los reyes le ratificaron su confianza para la concreción del tercer viaje, que zarparía el 30 de mayo de 1498.
Un 4to viaje: El 11 de mayo de 1502, Colón zarpó junto a su hijo Hernando, su hermano Bartolomé y una tripulación de apenas 150 personas. Partió del Puerto de Cádiz y pretendió desembarcar en Santo Domingo, pero el gobernador Ovando, cumpliendo órdenes reales, se lo impidió. Colón se dirigió a Jamaica y luego a Honduras y Costa Rica. Pensó en ese momento, por las características del terreno, que el río Ganges (de la India) no podía encontrarse muy lejos. Estaba muy perdido, enfermo y confundido y decidió regresar a España. Cuando llegó, en noviembre de 1504, se encontró con la noticia de que la reina Isabel estaba agonizando. Finalmente la Reina murió y Colón fue recibido por Fernando, que se negó a reconocerle los derechos estipulados en la Capitulación de Santa Fe. El 21 de mayo de 15O6 murió Colón, en Valladolid, sin enterarse de que había "descubierto América", sin gloria y con su buen nombre y honor seriamente afectados. Pero a su hijo Diego no le iría nada mal. Se casó, en 1508, con doña María de Toledo, sobrina del Duque de Alba y pariente del rey Fernando. Diego y María se establecieron en Santo Domingo, donde mantuvieron una corte en un lujoso palacio.

   


Anteriormente conocido como "Día de la Raza", el 12 de octubre, es una fecha utilizada en la Argentina para promover la reflexión histórica y el diálogo intercultural acerca de los derechos de los pueblos originarios.En este sentido, en el año 2010 el Poder Ejecutivo Nacional envió al Congreso un proyecto de ley para modificar el nombre de "Día de la Raza" por "Día de la Diversidad Cultural Americana". 
Actualmente con el nombre de Día de la Diversidad Cultural Americana, se busca promover desde distintos organismos una reflexión permanente acerca de la historia y encaminar hacia el dialogo para una diversidad cultural, como también allí están en pie la promoción de los Derechos Humanos de nuestros pueblos originarios, como lo marca la Constitución Nacional en su articulado sobre la igualdad de las personas, dándole la garantía del respeto a la identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural.


Una verdadera fecha para recordar, celebrar y trabajar para el bienestar de todas las culturas. Se trata de una fecha que habilita actualmente profundas reflexiones y debates, como también expresa las reivindicaciones de los pueblos originarios del continente americano.









Fuente: elhistoriador.com
Face: Diversidad Cultural Indígena

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Una visión ancestral.

"Chile es una terraza volcánica imposible. Un territorio-nación que vive en los bordes de una placa rocosa y de cara a los abismos de otra: una rareza de habitar, sólo a condición de asumirse como siempre “en tránsito”, desde la precariedad de una vida no definitiva y en construcción constante, como si el país hubiese sido concebido como un largo y angosto camino para solo “pasar” hacia las grutas de lo alto, en una constante y eterna transhumancia. “Chile es una especie de terraza, una terraza infinita, infinitamente larga y angosta, al borde de un océano gigantesco. Esta es una proposición de infinito que es hecha a los chilenos, que ha debido darles una originalidad profunda”, nos recordaba el escritor francés André Frossard al conocer el país el año 1987. 

Pero la tentación es quedarse en estas tan atractivas costas (lo eran más aún -y en grado superlativo- antes del “progreso europeo”, y particularmente por su aromática selva valdiviana que casi cubría todo el territorio). Su “loca geografía” una curiosidad de la naturaleza: es un país instalado en una cornisa de roca con salida y vista al mar, inestable plataforma que pende como un balcón desde la alta cordillera andina que no deja de crecer y crecer. Porque la placa de Nazca del fondo del lecho marino empuja a la placa terrestre de sus costas metiéndose por debajo como una cuña gigantesca y obligándola a subir. 
Desde hace milenios, la dicha placa de Nazca, a la altura del Ecuador por el norte y hasta los hielos de Aysen por el sur, avanza hacia el continente, a su vez que la placa Sudamericana lo hace hacia el océano. En esa “pelea de titanes” –como tan curiosamente lo ha llamado una periodista científica chilena por estos días- la de Nazca “agacha su nariz para pasar por debajo de la Sudamericana, levantando a ésta última. En el punto de contacto entre ambas se genera un plano de 23 grados”.] El mismo Concepción hoy (luego del cataclismo del 27 febrero del 2010) se ha movido más de tres metros de su antigua posición y levantado otros dos. En esta hora, en que de nuevo toda la modernidad parece caer (techos, construcciones, antenas satelitales, puentes) no nos damos cuenta de lo esencial.

Porque a pesar que nuestros ojos todo lo ven en el suelo, lo que en realidad ocurre es que todo apunta a subir. Y esto es justamente lo que desde el fondo del tiempo, desde el fecundo útero del mito arcaico, saben los viejos kimche (sabios) del Pueblo Mapuche y que nos vienen repitiendo: es el mito mapuche de Kay-Kay y Treng-Treng. En substancia este mito afirma que en estas tierras habrá una lucha eterna entre la serpiente de lo marítimo-bajo-húmedo (Kay-Kay) contra la serpiente de lo terrestre-alto-solar (Treng-Treng). El mito afirma que cíclicamente la serpiente de las aguas intentarán anegar los montes sagrados para obligar a sus habitantes a evolucionar y subir hacia las cimas secas, empujándolos a que habiten donde les corresponden: muy cerca “de los dominios del sol”. Pero estos lugares altos, para contrarrestar el apetito de destrucción de la serpiente de las aguas, subirán más aún, estirándose unas puntas de tierra y roca hacia arriba, nunca dejándose atrapar totalmente, salvando así a un puñado de humanos despiertos. De lo contrario, Kay-Kay transformará a la mayoría de la masa indolente y poco vigilada de la costa en peces y oscuros animales marinos, tal como lo registrara la primera versión del mito que corresponde al cronista jesuita Diego de Rosales, hacia fines del 1500. Vale decir, según este mito, el precio de no subir es la involución, la degradación de la humanidad. Conviene apuntar a aquí que en la zona de Arauco y en la región de la Araucanía hay unos cuantos cerros sagrados que llevan el nombre de Treng-Treng, sitios de profunda significación sagrada para las actuales comunidades mapuches. 

Este fenómeno de la lucha cíclica de ambas serpientes, según el texto oral del mito, ya se ha repetido en otras épocas remotas, donde solo uso muy pocos elegidos, subieron a las cumbres. El mito les previno que lo hicieran ligeros de equipaje, en pareja, de a cuatro, dos parejas de jóvenes (fuerza) y dos parejas de ancianos (sabiduría), la simbólica representación de las “cuatro personas divinas de la Füta Newen, la Gran Energía”, es decir, la Tetralogía sagrada, el Ser Supremo mapuche. El único utensilio tecnológico prescrito para el viaje ascendente es una vasija de madera, con la expresa indicación de llevarla “como olla” sobre sus cabezas, en la posición utilitaria, es decir, no de casco o “de sombrero”, como lo indicaría una lógica de emergencia. Y esto para dos fines: para protegerse del fuego y de la luz excesiva que podría abrasarlos a causa de su inaudita cercanía y, sobretodo, abierta hacia los dones de Arriba, hacia lo Infinito, dispuesto a recoger las gracias e iluminaciones del infinito abismo de Arriba, el Wenumapu (literalmente: “la Tierra de Arriba” de donde viene la chispa de nuestro pëllu, el espíritu personal). Tal sería la razón de mantener dichas vasijas como receptáculo: cambiar el esquema de los frutos de la tierra y de las aguas y ahora acompañarlos de una nueva “dieta”: los rayos del sol y de los mensajes de las estrellas. Porque vivir será ahora, -luego de la gran Crisis del maremoto- un alimentarse con las comunicaciones del Cielo.

A esta altura, y aparte de revelarnos un par de trascendentes motivos del sentido de la vida humana (la evolución hacia la Luz de lo Alto) y el por qué venimos a existir como humanos en esta terraza o inestable balcón de tierra volcánica llamada “Chile”, el mito mapuche nos revela el sentido de un desastre, la razón secreta de la catástrofe. Cada vez que ocurra un terremoto o maremoto en la tierra es una clase magistral de la pedagogía divina reeditada. Viene y se produce ( ¿o se “nos envía”?) para reordenar una falsa existencia que ya no tenía casi nada de humana y que corría el gran peligro de traicionar su esencia, tornarse en fuerza ciega e involutiva, en alimento para que lo humano sea digerido por los jugos gástricos de los intestinos marinos de Kay-Kay. Dicho sea de paso, en el quechua antiguo del Perú (idioma del cual el mapudungun -la “lengua de la tierra” mapuche- exhibe muchos préstamos) Kay significa nada menos que “Dios”. Así, todo terremoto o tsunami (su ancestral aliado) viene para remediar un olvido ontológico, viene como un justiciero divino cuya misión es sacudirnos y lavarnos de la falsa identidad con que identificamos lo medular de la vida, el apego a los “placeres de la terraza playera”. 

El Dios Kay-Kay, así, reduplicado como una ola que se renueva, viene más bien a arrastrar a su lecho marino lo que le es suyo, lo que ya le está perteneciendo; es decir su mafin, su “pago”, su cuota de hombres que no “califican” o no suben la montaña evolutiva del Treng-Treng, los que se animalizaron. Porque solo este sacudón, esa imprevista violencia telúrica para hacer caer los espejismos (¿a quién en Chile alguna vez no se le ha quebrado un espejo?) y una vez despojados de las mentirosas falsas prioridades, puede hacernos marchar hacia los cerros sagrados del Tren-Treng, símbolo del Wenumapu, “la Tierra de Arriba”. 
Vibración del alma humana.



A la luz de las evidencias sísmico-geológicas, tan cercanas a cualquiera por lo abundantes en la realidad histórica de Chile, y de la profusión de datos etnográficos recogidos por este autor durante casi veinte años en la zona indígena del centro-sur de Chile, nuestra tesis es que podemos afirmar que la visión indígena de los terremotos es ultramoderna (más allá de esta postmodernidad), hipercientífica, y “cuántica”, en cuanto que ella da cuenta de los enlaces infinitesimales entre las vibraciones humanas y las vibraciones geológicas (éstas últimas capaces de ser inducidas o bien bloqueadas por aquellas). En su tan valiosa y monumental obra “Viaje de un naturalista alrededor del mundo” de Charles Darwin, éste prominente investigador inglés registra unos más que preciosos detalles etnográficos en los cuales subyacen una buena síntesis de la visión y del “secreto” mapuche de los terremotos, misma que en la década de los ochenta yo verificara personalmente entre las comunidades indígenas de el sector andino de la Araucanía.

En ella -y con ocasión de ser el científico inglés testigo de los desoladores vestigios del reciente e inmenso maremoto y terremoto sufrido por las gentes de Talcahuano, el 20 de febrero de 1835- adelantémoslo, se nos asoma una más que apasionante mirada de la realidad humana y geológica, percibida ambas -por las gentes del Chile de antaño- en íntima asociación, unidad y comunicación. Es decir, desde lo arcaico –y ya mucho antes que científicos como Francisco Varela y Humberto Maturana, en nada casual “chilenos” de nacionalidad- se nos confirmaría la premisa más importante de las recientes ciencias cognitivas: el mundo humano decide la realidad, el mundo de la realidad circundante, ya que éste emerge de aquel, porque el yo humano, en la activa construcción de su mundo y realidad, siempre tendrá “velas en ese entierro”. Se trata de un par de citas darwinianas de ese viaje, fundamentales, que me movieron a redactar este ensayo, citas claves para este capítulo fundamental que busca rescatar un olvidado rasgo de la sabiduría ancestral. Estimo que estas apuntes de Darwin aluden al núcleo del fenómeno; es decir dan cuenta del por qué se producen los terremotos, la causa humana generadora – o al menos activadora y potenciadora- de dichos gigantescos desequilibrios telúricos. 

Darwin, desde la oralidad indígena de los lugareños, registra que ese terremoto fue evitado en una zona del país, en Chiloé , porque allí no se taponaron los volcanes de la zona, lo que sí habría ocurrido más al norte, en Concepción-Talcahuano, precisamente a causa de una acción humana –siempre generada de mundos intencionales- que linda con una muy consciente intervención mágica, el evento secreto que ocasionaría el cataclismo. Vamos a la primera cita: “En ese lugar [en dos volcanes cordilleranos frente a Chiloé ], una erupción se produjo, pues, en vez de un terremoto, cosa que hubiera ocurrido en Concepción si según lo pensaban las buenas gentes de esta ciudad, unas hechiceras no hubieran tapado el cráter del volcán Antuco [que está en el sector cordillerano frente a esa ciudad]”.

Para el mundo mapuche, la erupción volcánica es la natural salida de “la menstruación de la tierra” (significado de kuyentun kitral mapu, traducción etimológica del vocablo “erupción”) y cuyo flujo periódico mantendría a raya la irrupción de los terremotos. Porque la noción indígena, desde siempre ha sido considerar que los constantes movimientos telúricos se acumularían demasiado peligrosamente si no tuvieran su natural “desahogo” por las chimeneas de los abundantes y activos volcanes andinos. Allí en Talcahuano, Darwin recogía datos de este tipo, datos que aludían a la acumulación de la energía: “la mar se pone negra y empieza a hervir…”. Y también una pista enormemente valiosas para él y para los mapuche, a quienes éstas evidencias naturales les persuadía a rehuir las casas cuadradas que los misioneros les obligaban ocupar en los llamados “pueblos de indios”, y así seguir ellos habitando sus tradicionales viviendas circulares, como la ruka, ¿La razón?: la evidencia que allí el inglés pudo constatar y registrar testimonios como el del “desplazamiento de las piedras en sentido circular”; en espiral, del mismo modo como un recién nacido trabaja para llegar a este mundo, de acuerdo al modo como se mueve en el estrecho canal del parto y como las caderas de su madre en el acto de su engendramiento… Porque sobre la femenina tierra, lo más estable en el universo sería el círculo.

Y cuando los ojos del gran científico todavía podían contemplar los aún tan recientes y devastadores efectos del maremoto, he aquí la explicación todavía más precisa que nos retransmite Darwin respecto del origen oculto de ese gran cataclismo, oída casi “en caliente”, prácticamente retransmitida “en directo y encima” del paradigma mapuche del antiguo Chile: “Las clases inferiores, en Talcahuano, estaban persuadidas de que el terremoto provenía de que las ancianas indias que habían sufrido algún ultraje dos años antes, habían cerrado el volcán Antuco. Esta explicación, por ridícula que pueda ser, no deja de ser curiosa, prueba en efecto, que la experiencia enseña a esos ignorantes que existe una relación entre la cesación de los fenómenos volcánicos y el terremoto. En el punto en que cesa su percepción de la causa y del efecto, invocan el socorro de la magia para explicar el cierre de la válvula volcánica”.

Dejando fuera los juicios descalificatorios del inglés por los indígenas como “clase inferior”, en la base de esta concepción mapuche de los terremotos y esbozada por el valioso apunte de Darwin, habría entonces un factor humano detonador, acelerador o causante de las fuerzas telúricas y que influiría en provocar la manifestación de un terremoto. Las emociones humanas, las emociones negativas serían entonces el núcleo básico que acumularía o “taponaría” los ductos naturales de la energía de la tierra. Esta se vería simpáticamente estimulada, y en particular por el tipo de emociones del mundo femenino con quien la tierra tiene especial afinidad. Y si lo femenino es capaz de “provocar” (con la rabia de un ultraje, por ejemplo) su propio poder también contendría la capacidad inversa, es decir, de detener el terremoto, la de mover los elementos y hacer que tierras, aguas, vientos y fuego regresen a su orden. 

Es el caso de los ritos propiciatorios para “obligar” a las partículas de la tierra a que todo vuelva a su cauce, a que las aguas se aclaren y brille de nuevo la serena luz del sol sobre las flores. Se trataría de otro tipo de magia, de otro tipo de saber que ciertas machis, ciertas mujeres chamanes, que conocen el secreto de las aguas , que son capaces de hacer “brotar fuego en círculo desde la tierra”, también dispondrían del poder de calmarlo vía un canje propiciatorio, ya sea con sus dotes acerca del manejo del poder contenido en su verbo exorcista y/o con su sabiduría milenaria de los secretos de la naturaleza (la posesión o dominio de sus “enlaces finos”, cuánticos), al conocer como se “canjea” o “compensa “ un gran desequilibrio. Es decir, con la posesión y manejo útil de un tipo de conocimiento secreto como el que acompaña a ciertos ayunos y a ciertas prácticas solitarias que algunas mujeres hacen en lo más sombrío y solitario de los bosques y en ciertas altas grutas de los cerros cordilleranos (chenkes, kuramalal, etc.).

Así tenemos que el aporte mapuche que confronta (a todos por igual) tanto a la sismología académica o al manejo científico-preventivo del desastre natural, como a “la profecía apocalíptica”, a la “predicción maya del 2012” o la “ciencia” esotérica y escatológica de los actuales Nostradamus, va por el siguiente aserto o proposición: Las catástrofes vendrían sincronizadas con la vibración del alma humana; y si en ellas se ubican sus gérmenes remotos o causas detonadoras, también desde ellas se pueden operar y detener sus efectos. Tenemos entonces a la vista, que la sabiduría mapuche ancestral, al ver anticipadísimamente la secreta, sutil e íntima unidad de los mundos humanos (el potencial mental de la alma humana ) con las fuerzas cósmicas, en cuanto que aquellas serían las originadoras de la realidad, de la organización de la materia y decidoras del destino o derrotero planetario, resultarían, de algún modo, muchísimo menos supersticiosa que las subsecuentes tradiciones cristianas y que las científicas que después se irían a adueñar del paradigma mental chileno.

Pero existencialmente –y sobre todo en estos tan especiales días- lo importante es que en este Chile que sube y sube no es normal estar vivo. Lo normal es estar muerto, dado la impresionante y abundante recurrencia de catástrofes naturales de todo tipo. Por tanto descubrirse con vida luego de una terremoteada noche, es todo un milagro, un éxtasis, un tipo de fuerza mística que nos debe provocar una inextinguible ansia de cambiar nuestras prácticas, personales y sociales, para así subir a una Pirámide con la vasija de las gracias celestiales abierta, cual una antena receptora al infinito mensaje del Gran Cosmos. Así, se impone que con la Gran Sacudida nos sacudamos también de lo superfluo, de lo superficial que nos atonta y hace borrosa la visión, de las emociones y pensamientos superfluos, nos sacudamos de los paradigmas europeos-occidentales deshumanizadores (hay tanto artificio que daña aquí, en América Latina, que pareciera como si la tierra misma estuviera expulsando sus artificiales implantes, tal como lo es el fetichismo de las tecnologías que, si les rascamos un poquito más allá de su platinado decorado, descubriremos que nos enferman y dejan mas vacía el alma). 

Hoy en Concepción, como en Haití o en Turquía, quedó más que claro que a la hora en que todo circuito artificial se corta, una botella de agua es más importante que el Iphone sin batería, y que un abrazo que a alguien le permite llorar en el hombro amigo es infinitamente más valioso que una Toyota aplastada por los escombros e incapaz allí de ser la más poderosa “todoterreno” del mercado… Por tanto y apropiándonos del tan lúcido decir venezolano de M. Leonor Terán, en esta catástrofe chilena, “el gran regalo envuelto en papel de tragedia es que todo lo que no es Real se cae, y solo puede permanecer lo que es verdadero y eterno”. El terremoto –o lo que sea que vendrá- en buena hora nos fisura y agrieta profundamente el mecánico corazón, porque, entre otros bienes, hemos perdido el poder salvador de las cosas simples, de las cosas sencillas, de los deseos humildes. Aunque lo increíble de esta experiencia de catástrofe, es que la gente en general (incluida algunos que lo perdieron casi todo) modifica muy poco sus prácticas, y como lo comentara desde Colombia Adriana Acosta “no se da cuenta que el mundo ya no es más el mismo… Y si esto es así ¿por qué insisten continuar con la vida del mismo modo? Nos resistimos al cambio nos aferramos a lo conocido y eso solo nos hace más dolorosa la realidad… Mientras más pronto aceptemos lo que es más pronto saldremos adelante”… más pronto subiremos la Montaña.

Finalmente, podemos resumir que la gran enseñanza que nos lega la ya larga historia de los terremotos chilenos (y no sólo para los chilenos), es que el secreto del hogar humano, el secreto de “la residencia sobre la tierra”, es subir a nacer (por usar aquí consciente y real –y no literariamente- el lenguaje de Neruda, nunca más urgente y nunca más pertinente); es decir, abandonar las “malas casas” que habitamos, las malas moradas del Ser; léanse, las prácticas del apego involutivo propias de nuestras formas inferiores de animalidad: lo fácil, las pasiones que nos rebajan, las perversiones acuosas de la sexualidad (la distorsión desnaturalizada del fuego de Kundalini, que en vez de Eros, se degrada en Thánatos, la libido de muerte) , el fetichismo por las posesiones materiales, la insoportable superficialidad con que se embota sin pena ni gloria el don infinito de la charla y el ocio de la vida, el apetito de rapiña (desatado esta vez en el pillaje y el saqueo -o el de la acumulación antinatural de exceso de bienes muebles- porque antes de la modernidad todo el sencillo pueblo chileno se unía para colaborarse, nunca para robarse), etc. 

Y si esto no se aprende, la naturaleza nos obligará recurrentemente a empezar desde cero (en el caso que a la siguiente vez nos deje vivos) tal como la mítica condena de Sísifo, ese titán griego que los dioses lo obligan a levantar mil veces hacia una alta cumbre una pesada piedra, para una vez arriba y después de tanto esfuerzo, ver impotente que otras mil veces se le despeña a la base, para así recomenzar eternamente de nuevo, una vez más, desde abajo hacia arriba (¿queremos que la misión de Chile sea la de Sísifo?). Y la realidad, una vez más puesta al desnudo, su verdadero núcleo, es que nos falta evolucionar; la realidad es que la sociedad chilena, muchísimo menos sencilla, menos conectada con lo esencial y menos generosa que aquella casi rural del terremoto-maremoto de Concepción del 1835, desde el punto de vista del “capital social” y del capital de las virtudes, Chile sufre una evidente involución. En palabras de Claudia Urzúa, autora del libro “Chile en los ojos de Darwin”, y que en esto pareciera interpretarlo profundamente, escribe: “También [para el autor de la teoría evolutiva], la conducta más evolucionada no es proclive al egoísmo del “sálvese quien pueda”, sino al altruismo recíproco… porque lo genuinamente humano sería el altruismo dictado desde la honda necesidad”.

Y este Chile –a la vez marítimo y andino, ya que nunca vamos a poder renegar de Kay-Kay y de Treng-Treng- cada par de décadas, su sino geológico y espiritual es subir y subir, porque no puede salvarse sino en la altura, tal como la sapiencia de un piloto que, cuando ve que su nave enfrenta turbulencias, debe enfilar su avión por encima de las nubes en colisión y tormenta, más arriba de lo precario e inestable, allí en la alta ruta donde habita la paz. Ese piloto sabe que para transitar por el orden superior donde todo se controla, solo se logra subiendo más arriba y así modificar sus vuelos rasantes y rastreros –el reino del caos y la confusión- para elevarse hacia la zona de la estabilidad y de la luz. El precio de la verdadera seguridad es el bendito ascenso. Por tanto, Chile se salva desanclándose, desaferrándose del apego hacia lo que ya ha construido, lejos de las orillas bajas, placenteras y fáciles: o navegando con su barco hacia alta mar – encima de la ola fatídica- muy distante de las colisiones de los buques costeros que peligrosamente allí anclados se sueltan todos cuando viene el maremoto y se arrasa un puerto. O bien, cuando llegue la tembladera, la nación se salva caminando armónicamente en pareja y abierto a los dones del Cielo, bien alto, allí en las pirámides circulares de los Andes… Porque cada vez que tiemble, lo cierto es que Chile se salva cambiando de ruta de navegación; es decir, modificando su pobre conocimiento “rasante”. 

Chile solo se salva residiendo en el Treng-Treng, en una Montaña Sagrada, habitando y construyendo nuestra gran y estable pirámide interior (más que exterior). Y cada terremoto, recalcitrante y porfiadamente, cada veinticinco años nos lo recuerda. Si, Chile – nos lo insistía en 1987 el ya citado autor francés André Frossard- “es un país en el cual hay mas cielo que en ninguna otra parte… Yo espero que Chile nos dé un día noticias del Cielo si se consagra a ello en profundidad, independiente de las tareas que tiene que llevar a cabo diariamente por las necesidades del progreso”. Por tanto, el sino ontológico de Chile es el mismo destino ontológico de la humanidad y del resto de los países de Latinoamérica, particularmente los andinos: vivir para subir al Cielo en donde está nuestra raíz ontológica, subir y evolucionar para Ser; renacer cuantas veces sea necesario para elevarse a las cumbres del Espíritu, porque “para nacer hemos nacido”. Para este despertar de la conciencia es que nos visitan los terremotos, éste es el regalo mayor que esconde ese extraño papel de su envoltura, hecho de celulosa sísmica y desastre."

Texto redactado por: Ziley Mora 
destacado etnógrafo, académico de las universidades de Concepción y Católica de Chile y prolífico escritor. Durante su trayectoria se ha dedicado al estudio en profundidad de la filosofía indígena americana y al rescate de su historia ancestral.
Link: 
http://www.newfield.cl/newsletters-antiguos/el-secreto-de-los-terremotos

sábado, 5 de septiembre de 2015

Fiesta Nacional de la Cerveza "Oktoberfest"

Villa General Belgrano fue fundada en los años ´30, por dos alemanes, Jorge Kappuhn y Paul Heintze. Ellos comenzaron un sueño en estas tierras, buscando un lugar para sus compatriotas. En 1943, con el pueblo en crecimiento, un grupo de marineros del acorazado Graf Spee se instaló en la Villa y, junto a los vecinos del lugar, fueron otorgándole a este paisaje de las Sierras de Córdoba, ese estilo único que lo caracteriza.
Villa General Belgrano adoptó desde el primer momento las características de una auténtica aldea alpina, con casas de tejados rojos a dos aguas, coloridos jardines y abundante madera. Además, la exquisita gastronomía centroeuropea con sus platos típicos y sus deliciosas tortas y todas las costumbres de Europa Central, como la música, los bailes, las fiestas, las artesanías y por supuesto, el idioma.En la década del ´60, surge la Fiesta Nacional de la Cerveza, de la mano de los primeros inmigrantes que llegaron al pueblo. En aquel entonces, un viejo carro que en su interior transportaba la pintoresca orquesta local, era el encargado de desatar la algarabía en la plaza más céntrica del pueblo. Las orquestas y los grupos de bailes, eran presentados por un gran locutor que hoy es profundamente recordado y que le da el nombre al escenario principal, Matías Calvo Ortega.
                              
Las delegaciones representativas de todo el mundo, año a año se fueron multiplicando con grupos de Alemania, Dinamarca, Escocia, España, Islas Canarias, Yugoslavia, Suecia, Portugal, Brasil, Grecia, Italia, Armenia y Ucrania, entre otros. Todos vistiendo sus trajes típicos y ampliando notablemente el espectro cultural de la fiesta. Los años pasaron y la industria cervecera se desarrolló notablemente.
Con ello la fiesta creció y comenzó a convocar a una gran cantidad de turistas. Esos turistas que aún hoy se acercan a Villa General Belgrano a vivir algo diferente y que en esta oportunidad, se sorprenderán más que nunca con un Oktoberfest totalmente renovado.

Villa General Belgrano celebrará del 2 al 12 de octubre la 52° Fiesta Nacional de la Cerveza – Oktoberfest Argentina 2015. Serán once jornadas repletas de música, danzas, tradiciones, platos típicos y cerveza en todas sus variedades.
Las entradas tendrán un valor de $150 los días viernes 2, sábado 3, domingo 4, viernes 9 y lunes 12 de octubre. Los días lunes 5, martes 6 y jueves 8, la entrada será gratuita. En tanto, miércoles 7, sábado 10 y domingo 11 de octubre las entradas tendrán un valor de $200. Se abona a partir de los 12 años de edad.
Para los vecinos de nuestro pueblo, presentando el DNI que acredite el domicilio en la localidad, la entrada será gratuita todos los días.




  







Muchas agencias de viajes venden paquetes para disfrutar de esta fiesta, cómo en el caso de Orvitur que ofrece alojamiento desde Villa Carlos Paz: